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Villancicos con sabor a Ecuador

El grupo Quilla-Licliñán ofreció un espectáculo navideño en la Plaza del Pilar

 

Mihaela-Ionela Badin

4 Enero 2013

Anoche, la Plaza del Pilar fue testigo de un espectáculo inédito de villancicos típicos de Ecuador. El ​grupo de música y baile Quilla-Licliñán quiso compartir con el público aragonés la cultura navideña ecuatoriana. Y lo hizo de la mejor forma: al ritmo del folclore hispanoamericano.

Desde el pequeño escenario montado en el centro de la plaza, los ocho componentes del grupo deleitaron con sus diferentes instrumentos de proveniencia indígena, como el charango, la quena, el zampo, el bombo nortino…, que acompañaban sus voces. Por una hora, el frío dejó de controlar el ambiente y el corazón del público se abrió para recibir las emociones de los ecuatorianos en Navidad.

“Somos parte del pueblo español”, subrayó una de las componentes del grupo en la presentación. Y es verdad. Según el censo de 2011, en España habitan más de 300.000 ecuatorianos. Han rehecho sus vidas aquí, dejando atrás sus familias, sus amigos, sus pertenencias, siempre buscando la estabilidad. Pero, la mayoría no ha perdido su esencia espiritual; saben que pertenecen a un país, a una cultura, a una historia, pero también saben que eso no es razón para no integrarse y no disfrutar de las demás culturas.

Claveles y rosas, la cuna adornad, en tanto que un ángel, meciéndola está... Así empieza la primera estrofa de Claveles y rosas, uno de los villancicos tradicionales que más aplausos recibió por parte del público. Según Elisabeth Pacha, la solista del grupo, este villancico ha resultado de la unión de las culturas milenarias en Ecuador. “Es música mestiza al ritmo autóctono”, añade Elisabeth. Incluso interpretaron un villancico en quichua, dialecto de los indios ecuatorianos.

También cantaron y tocaron villancicos provenientes de Nicaragua y Venezuela. Y el público no se quedó atrás: empezó a bailar al compás de la música en el medio de la Plaza del Pilar. Aunque de lejos llegaba un olor embriagante a churros con chocolate, el deseo de descubrir las “músicas indígenas”, como las llama Elisabeth, hizo olvidar el apetito. Los más pequeños incluso imitaron los instrumentos que escuchaban y veían.

“Estas canciones me hacen recordar mi tierra. Se me hace la piel de gallina cuando las oigo”, reveló Patricia, una mujer dominicana mientras se limpiaba, a escondidas, las lágrimas.

Uno de los villancicos que entonaron fue dedicado a las mujeres, “que son luchadoras en América latina” y que son capaces de sacar adelante a sus hijos a pesar de las adversidades.

“Hay muchas mujeres latinas que tuvieron que emigrar para darles de comer a sus hijos. Dejan a los niños pequeños, en manos de sus abuelos y cuando regresan encuentran auténticos jóvenes. Estas madres sufren todos los días, pero prefieren perder la infancia de sus hijos que perderlos a ellos por hambre”, dice Carmen, voluntaria de una ONG en Ecuador.

Al final del espectáculo, los artistas auguraron un año próspero y sagrado, porque “este es un año de cambios”.


 

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