"Cuando la cultura es equiparable al ocio

y el consumo, no estamos hablando de cultura"

Un reportaje con tintes escénicos y aroma a chocolate

Archivado en:

 

Solange Bufi

19 Diciembre 2012

No aparece en las agendas oficiales, no existe publicidad de ellos…pero el sonido de un tocadiscos, el olor a leña que desprende una chimenea  y un añejo aroma a chocolate nos traslada hacia esta antigua fábrica de chocolate que hoy da vida a un espacio donde se fusionan  artes escénicas y plásticas.



La Fábrica de Chocolate Teatrospazio y Espacio en Construcción abrieron sus puertas en julio de 2011.  Karlos Herrero (titiritero y director) y Carla Giampaolo (trapecista y actriz), dos amantes del arte, decidieron recuperar este espacio -  tras regresar de Milán- abierto a todo aquel curioso por la cultura y donde “los protagonistas son ellos, el público”; destaca Karlos Herrero. “No tenemos un fin comercial, creemos que lo justo es que el público pague cuando se va y no cuando entra a ver la obra. En este pequeño espacio, son los asistentes quienes deciden cuánto pagar; bien sea por criterio o por una cuestión de bolsillo”; apunta.

“Tardamos un año y medio en recuperar este espacio, las condiciones en las que se encontraba conllevó un sobre esfuerzo;  buscábamos un espacio que hiciera a la par de vivienda”, especificó Herrero; quien añade “No queríamos cambiar la estética de la fábrica, intentamos respetar su esencia y origen”.

Este actor con más de treinta años de experiencia, comenzó sus andadas de muy joven. Con tal solo dieciséis años, las dotes artísticas de un titiritero porteño lo llevaron a recorrer el mundo. “Se trataba de una compañía de gran trayectoria, había pasado por países como Brasil, Polonia, Francia… todo aquello me maravilló”, recordaba Karlos. El periplo supuso subirse a escenarios de ciudades tan multiculturales como Milán. “Este oficio no se enseña, se roba; y, en eso, soy muy bueno”, sugiere - entre risas- Karlos.

No hay butacas, el suelo de madera hace de espacio común donde un “género que se identifica con lo infantil y lo didáctico”, como señala Karlos, reúne a un público objetivo bajo silencios más graves que el de un niño, los adultos. Y, es que este titiritero, crea obras específicamente para ellos. “Me considero más que un creador, un ordenador (…) creo que tengo una cierta facilidad para deducir lo que el público quiere. Todo cobra importancia, desde los mínimos elementos que se encuentran en la escena hasta lo sugerente de los silencios. Hace años que trabajo, únicamente, con onomatopeyas”, especifica Karlos Herrero.

Y, es que el hecho de comenzar sus andadas en el mundo de la interpretación en países de habla no hispana hizo que este recurso sirviera para todos los públicos y para todas las culturas. “La gestión del silencio es lo más difícil…atiende sensaciones, se vincula a la memoria y está muy relacionado con las emociones”, explica Karlos.

“Nuestro objetivo es que la gente se sienta objeto de hospitalidad, y eso se puede ver en sus reacciones. (…)  Un día se nos rompió la cisterna del baño y estábamos preocupados por la imagen que podíamos dar; sin embargo, la gente comenzó a colaborar llevando cubos con agua (…) Las conversaciones, por ejemplo, que se fueron generando mientras la gente esperaba para pasar al baño dieron mucho de sí; y, justamente, eso es lo que pretendemos, que quienes nos vienen a visitar se sientan como en casa”; apunta Karlos.

Un espacio con un gran espejo que refleja las máscaras, títeres, y un sinfín de objetos teatrales que aportan color a un espacio pintado de blanco impoluto. Teatrospazio es, para Karlos, “un lugar de encuentro no dirigido a multitudes, sino a quienes tengan hambre de propuestas nuevas, no ligadas a la cultura dominante. (…) Cuando la cultura es equiparable al ocio y el consumo, no estamos hablando de cultura”.

Envuelto en el sonido de discos de vinilo - como cada tarde -  Karlos ensaya sus “soliloquios”. Aún sus ideas, para la próxima obra, no cobraron vida en papel…las luces se apagan, y Santiago – su muñeco fiel- espera a ser el protagonista de un espacio donde el público “no es usuario sino partícipe de un hecho”, concluye Herrero.

Guardar