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Los poetas perdidos vuelven a La Campana

Los poetas de Zaragoza se reúnen, como en otras ediciones, en La Campana de los Perdidos para vencer con sus versos
 

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Beatriz Aranda

15 Diciembre 2012

Se trata de una competición:
Los poetas recitan sus versos,
Algunos recurren a la improvisación;
Otros, ya se habían estrujado los sesos.

 

Cae la noche en el centro de Zaragoza. El frío de esta primera quincena de diciembre hace que las calles parezcan las de una ciudad fantasma. Solo unos cuantos se atreven a caminar por ellas: se trata de los perdidos.

Cuando en 1989, la Tuna de la Universidad de Zaragoza encontró el antiguo local de “Plátanos González” disponible para reunirse, lo reformó respetando su estructura medieval y lo convirtió en La campana de los perdidos. El nombre recuerda a las campanadas que iglesias como la de San Miguel de los Navarros tocaba por las noches cada media hora, para que quienes andaban a las afueras de la ciudad encontrasen el camino de vuelta a casa. Aquellos transeúntes nocturnos que vagaban por la ciudad mientras tocaba la campana eran apodados como los “perdidos”.


Sin embargo, la pérdida no es grande esta noche. Los que salen de su casa a estas horas tienen claro lo que vienen a hacer: ganar un concurso. Y así es como ocho poetas se reúnen en el bar de las luces de colores en el techo y los brujos medievales. Se trata del
IV Slam Poetry, una poética competición en la que solo hay una norma: “
cada uno tiene tres minutos, vamos a ser muy estrictos… cuando queden 10 segundos, sonará la campana y el que se pase perderá cuatro puntos”, dice Sergio Muro, el presentador. Y así fue como se desarrolló la primera ronda. Cinco poetas y tres poetisas fueron recitando sus composiciones, esperando a que el público les diera un número alto en sus pizarras de votación.

 
Entre verso y verso, Virgilio Aljama amenizaba una noche que lejos estaba de parecer aburrida. Sin embargo, sus melodías roqueras ayudaban a mantener el cuerpo despierto. Cinco finalistas se subieron al escenario nuevamente, con la intención de proclamarse como los mejores poetas del lugar. Tal mérito fue reconocido a Luis Romero, un participante que se unió al concurso en el último momento, y que no tuvo más remedio que recurrir a la improvisación para mostrar su arte. El premio a una retahíla de versos que unas veces tenían más coherencia que otras fueron unos guantes de boxeo, y con ellos puestos, más la melodía de la guitarra de Virgilio Aljama, los asistentes escuchamos las últimas rimas de la noche.


Poesía para perdidos


La poesía tiene mucha más presencia en La campana de los perdidos. Actividades como la emblemática “Poesía para perdidos” o los “Relatos en la Campana” son organizadas por la
Asociación Aragonesa de Escritores. Fran Picón es uno de los responsables: “desde la AAE apostamos por la cultura, por su difusión, por su cuidado y atención. Tratamos de ofrecer al público todo tipo de actos literarios que permitan que nuestros autores se den a conocer y que los lectores tengan una interacción directa ellos".

La Asociación Aragonesa de Escritores cuenta con 250 socios numerarios (que hayan publicado al menos un libro) y 100 simpatizantes. Ya que no cuenta con ayudas de las instituciones, las actividades se gestionan "con mucha imaginación". Según Fran Picón, que forma parte de la junta directiva, "nos basamos en el esfuerzo y en la ilusión de los que amamos la literatura y, con dinero o sin él, siempre sacamos adelante un programa de actividades con un nivel más que aceptable y que puede ilusionar al público que acude".

Por eso, las citas en La campana de los perdidos son de las más importantes que hace la AAE para sus socios. Aparte de la facilidad económica, "nace de una búsqueda de acercar a nuestros poetas a un público distinto, que pueda disfrutar y descubrir la poesía, en un lugar que no resulte excesivamente formal".

Gracias a este tipo de iniciativas, "disfrutar de los poetas y de la música mientras se toma una copa y se comparte mesa o barra con amigos y familia" es posible desde hace casi diez años; aunque ahora más que nunca, porque, como dice Picón, estamos en un momento fantástico de la poesía en Zaragoza .

Más de 20 años perdidos


El día 5 de octubre de 1989, La campana de los perdidos abrió por primera vez sus puertas al público y a las actividades culturales en general, con una constante: precios muy bajos. Sin embargo, el dueño del local, José Ángel Rodicio, explica que se ha notado mucho la crisis: “a lo largo de los 23 años, la gente ha respondido bien, ahora no puede responder. No es un problema de la gente, es que no puede. Son precios muy bajos, pueden ser asequibles, pero hay gente que no tiene ni para comer”.

La Cueva del Tuno S.L. –sociedad que regenta La campana de los perdidos– quiso poner este nombre a su establecimiento porque los miembros de la tuna eran "perdidos que despiertan cuando suena la famosa campana y a los que les gusta reunirse mientras quede una botella y ganas de cantar"."Al principio, este bar era de una serie de compañeros de la tuna de la Universidad de Zaragoza. Cuando con veintitantos años acabamos las carreras, cada uno trabaja en una cosa y seguimos queriendo tener el punto de unión, por lo que montamos el local", cuenta José Ángel Rodicio. 

Hoy, la Asociación Cultural La Cueva del Tuno sigue trayendo a La campana a zaragozanos que van en busca de un lugar en el que perderse.  Música, teatro, poesía, cine, magia… todo tipo de espectáculos y “cosas raras” –como ellos mismos dicen– tienen lugar en este lugar tan bohemio del Casco Antiguo.


 

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