​

Antes de que terminara el año, el grupo aragonés Salduie presentó sus nuevos temas y formación en la sala La Bóveda del Albergue Juvenil de Zaragoza el 29 de diciembre. Allí, entre sonidos celtas, gaitas y flautas, hicieron vibrar a un modesto auditorio con sus letras inspiradas en leyendas antiguas.



A las 21.30, hora programa de inicio del concierto, la entrada del hall del Albergue ya empezó a llenarse de gente. Todavía no se permitía pasar a La Bóveda, situada en la planta baja del Albergue. Los minutos pasaron y la gente empezó a acumularse, incluso el portero del albergue tuvo que pedir que abrieran, puesto que no cabía un alma más en la entrada. El hall es un lugar pequeño y, entre los asistentes al concierto y los residentes del albergue, se saturó enseguida.

​

Casi media hora después, la gente comenzó a bajar. A la entrada, te cerraban el paso un chico y una chica con grandes escudos de madera. Tras pagar el precio de entrada (dos euros), te hacían colocar la mano sobre uno de los escudos, como si de un juramento de lealtad se tratara, y te colocaban un sello en el dorso. Acto seguido, se apartaban cada uno a un lado y te dejaban entrar, para después volver a cerrar el paso al siguiente.​

​

La gente se aglutinó alrededor del escenario, en la parte izquierda de la sala. Una vez ya había entrado toda la gente, el concierto comenzó. Las luces bajaron su intensidad y salieron los componentes del grupo, arropados por aplausos. Su estética iba a juego con su música: faldas escocesas, trajes de cuero y piel, pintadas de guerra al estilo Braveheart y el pecho al descubierto. Todo ello, en un lugar como es La Bóveda, ayudaba a crear un atmosfera que te transportaba a una época remota, donde no se oía hablar de crisis y la magia reinaba en el mundo.

​

Su primera canción correspondió al tema Viriato, un clásico de su repertorio. Le siguieron Noche de San Juan, Preso del Hielo, Caído en Combate y su single Hidromiel, además de tocar temas nuevos. Todas sus canciones cuentan historias relacionadas con la cultura celta, además de leyendas populares. Una de ellas hablaba, por ejemplo, de la creación de los Pirineos; otra sobre el mito del fin del invierno y comienzo de la primavera, con un oso que devora almas y las libera al comienzo de febrero.​

​

A mitad de concierto, hubo un pequeño problema técnico: uno de los tambores de la batería se estropeo. Sin un elemento tan esencial, sería difícil continuar tocando. Mientras solucionaban el problema, los demás miembros del grupo ofrecieron a su público solos tanto de guitarra, piano, gaita y vocales. Con suerte, la batería se arregló y pudieron continuar sin mayores inconvenientes.

​

El sonido combinado de gaitas, flautas y hasta cuernos, junto con las guitarras eléctricas, la batería y el piano hacían vibrar a un público entregado, que cantaban junto con los músicos y a los que no les importó haber esperado. Tras más de hora y media de concierto, seguían tan enérgicos como al principio y, al terminar el concierto, seguían pidiendo más al grupo.

​​

Nada mejor que música folk metal para despedir el año.