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Paula Ortega

7 Enero 2013

Javier Arnas: “Cuando eres actor juegas, cuando eres director creas”

Entrevista a Javier Arnas, actor y director aragonés

 

 

Zaragoza

 

 

Javier Arnas

 

 

Teatro

 

 

Cultura

 

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Después de 27 años dedicados a la farándula, Javier Arnas, actor y director aragonés, puede relatar multitud de batallas contra y por el mundo del teatro, su gran pasión; aquella que ha marcado su trayectoria y que le ha hecho vivir las mejores y peores experiencias.


¿Qué es la pasión?
Pasión, buena pregunta. El sentido de la pasión ha evolucionado mucho, parece que es algo que te impulsa, pero su origen etimológico viene de pasividad. Para mí es un impulso emocional intenso. Lo que puedo llegar a sentir por una persona o por el teatro.


¿Cómo decidiste decantarte por el teatro?

No me decante, sino que me atrapó. Hace tiempo estaba muy mal visto hacerlo, era un problema. En mi familia no había una gran sensibilidad. Al principio intentaban despertarme de ese sueño, era el mundo del farandulero, de las putas, mujeriegos o maricones. Todos los que nos dedicábamos a ello éramos eso para mucha gente en aquellos tiempos  y ahora eso ha cambiado mucho. A pesar de ello, antes y después, me atrapó el hecho de crear otros mundos y vivir otros personajes.


¿No tuviste buen comienzo?
Todo lo contrario. Lo que siempre recuerdo con cariño es el comienzo. Me crié en un grupo muy pequeño y activo donde yo era el más joven. En ese tiempo todo era más complicado, como ya he dicho, pero existía una ilusión inmensa, un código de honor y de compañerismo profundo. En ese momento hacías de todo: cargabas, cosías, descosías, ponías los focos, montabas la escenografía… todo. Eso es una escuela impagable. La mejor que pude tener. Luego no siempre vives tan a fondo lo que es el teatro.
De ese modo respirabas el teatro, trabajabas en grupo, compartías. El teatro no es solo actuar, es, estar atento de todo lo que ocurre en escena. Eso es para mí es ser un actor integral.


Y así empezaste como actor, pero ahora eres director…
Hago de todo, pero ahora me voy más hacia la enseñanza teatral y la dirección escénica.


¿Por qué?

Me ocurrió algo vitalmente. Yo estaba trabajando de actor a un alto nivel en Madrid pero mi padre se puso enfermo y tuve que venir a hacerme cargo de él. Ahí se paró momentáneamente mi carrera de actor, porque mi vida era más importante en ese momento. Una vez aquí empecé a dar clases en la universidad y poco a poco me orienté más hacia la dirección.


¿Y qué prefieres?
Si tuviese que elegir creo que me quedaría con dirigir. Cuando diriges tienes la proyección del discurso a través del texto con el que trabajas, tú sabes lo que quieres decir al mundo. Cuando eres un actor creas, te proponen un juego y tú juegas dentro de esa partitura, pero el dominio del discurso final no lo tienes tú.
Y me gusta esa parte: tener el control de lo que hago. El control descontrolado y permeable hacia el trabajo del actor, lo consiga finalmente o no, pero tener alguna idea de a donde quiero ir.


¿Con las mismas ganas siempre?
Sí, pero uno tiene vaivenes. Tal y como está la cosa ahora de complicada todo el mundo tiene. Tienes que comer a la vez que eres artista, a veces hay cosas de tu vida que te distancian del teatro y ahí andas intentando mantenerte y mantener la ilusión por el trabajo. De momento se mantiene impoluta, respecto a mi trabajo, no respecto a todo lo que lo rodea.


¿Qué lo rodea?
Me interesa mi trabajo en sí, no lo que lo rodea. Cito a Oscar Wilde “no hay nada más grande que el teatro ni más mediocre que los artistas”. Ya de lo superfluo paso.


¿Es difícil trabajar con los actores?
Es difícil a veces y maravilloso siempre. Creo que tienes que destruir barreras internamente en las personas para poder trabajar bien con ellas, eso es complejo. Espero de mis actores que me den cosas, todo actor, aunque no sepa, puede darte algo, pero siempre hay que enseñar cómo se crea el personaje.
No me gustan los actores que son el personaje, prefiero los actores que pueden ser muchos personajes. Hay algunos que viven del mismo personaje toda la vida.
Cuando hay un sistema de trabajo es cuando se crea nivel. Y así puedes hacer visible lo invisible, un poco como la magia.
Los directores son un poco eso, hacer que tus actores tengan unos hilos invisibles y que el público vea el resultado de esa transmisión sin notar el truco. Es una buena idea eso de planteárselo como la magia, de hecho el teatro es magia, magia y ritual. Siendo esa la base no nos podemos ir mucho de esas dos palabras.


¿También es herramienta?
Es una herramienta peligrosa para algunos poderes y maravillosa para las personas, Con el teatro se pueden cambiar, mejor dicho: intercambiar cosas. Es uno de los pocos artes que quedan vivos, la pintura no está viva, la escultura tampoco, el teatro sí. Y cada vez, en cada función es distinto, es un arte especial que ayuda a reflejarnos; gente se pone delante de otra gente hablando de gente. Eso ocurre en muy pocos artes y es muy interesante.
Además, para mí el teatro tiene algo de sagrado, pues se adentra en los misterios de la condición humana y nos invita a bucear en sus conflictos existenciales. Algo maravilloso.  Es un trabajo muy completo de reflexión sobre el ser humano. Incluso encaminado a llamar la atención sobre vicios de la sociedad. Te enseña a relativizar, a sentir, a comprender y no sólo desde la mente. Te ayuda a aprender a canalizar  tu energía. No todos los días estás igual de energía, a mí se me ha muerto el padre y al día siguiente he estado en escena.


¿Y qué queda del director en el trabajo?
Creo que lo que queda, lo final, es aquello que pensé cuando leí el texto la primera vez. Esa atmósfera que quería crear para ofrecer al público. Es como dar tu amor a alguien que no sabes si te va a decir sí o no. Es muy arriesgado, el público decide. Y a mí me quedan sensaciones, esencias. Los secretos de la vida y los del teatro son los matices.



Puedes ver una obra en un idioma que no conozcas y que te quedes alucinado, por eso de las atmósferas, de los detalles, de crear impactos en las personas: conmover, provocar, perturbar, engañar, trasgredir… todo eso lo tiene el teatro. Yo intento que todo eso esté, y eso es lo que queda de mí en mi trabajo. Esa es la esencia.

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